sábado, 11 de septiembre de 2010

La Sombra del Segundo piso


Mi abuelo paterno, fue un hombre fuerte y en varias ocasiones bastante duro, a pesar de eso, nadie puede culparlo, en la época en la que creció, o eras duro o no hacías mucho que digamos y con los 12 hijos que tuvieron con mi Abuelita, creo que había mucho que hacer.

La Familia de mi papá llegó al cerro la Pólvora de Concepción a construir lo que seria el hogar de la familia, literalmente, desde los cimientos.

Esto implicaba transformar un pedazo de cerro arcilloso y duro, en un terreno horizontal sobre el cual poder construir, lo cual requirió mucho trabajo de parte de mis abuelos y de sus hijos mayores, entre los que se contaba mi papá.

Luego de unos meses se construyó la casa y más tarde se agregó el segundo piso, el que incluía tres dormitorios, uno para los 6 varones, y los otros dos para las 6 hijas. Sin embargo, antes de que nacieran mis últimos 4 tíos, uno de los dormitorios femeninos lo ocupó mi bis-abuela, la mamá de mi abuelo Ramón, y por lo que tengo entendido ella falleció en esa pieza.

Aunque nunca supe nada particularmente curioso respecto a ese echo, el asunto es que mi Abuelo nunca más subió al segundo piso de la casa, con hijos grandes ya no había mayor necesitad, cualquier reparación la podrían hacer ellos.

Esta historia me la contó mi papá, y desde entonces siempre me da un escalofrío estar en esa escalera que da al segundo piso de la casa de mis abuelos... Creo que a mi papá le pasa lo mismo.



Ramón volvió del trabajo, era un hombre grande y fuerte, que desde el amanecer al sol estaba desarrollando alguna actividad física, por lo que sus manos eran capaces de romper una nuez sin el mayor esfuerzo. Luego de dejar el carretón bien guardado y sacar el arnés a su caballo, subió a su casa para poder comer algo y descansar.

Como buen hombre de esfuerzo, Ramón rara vez demostraba sus sentimientos, generalmente no se sabía si estaba molesto o simplemente era ceñudo por naturaleza, pero las últimas semanas habían sido duras. Generalmente trataba de restar importancia a las cosas que no tuvieran que ver con poder llevar comida a la mesa y vestir a la familia, pero el fallecimiento de su madre definitivamente era algo que podía marcar su ánimo, aunque jamás reconocería sentirse mal o particularmente triste.

Sin embargo no había vuelto a subir al segundo piso, donde falleció su mamá y esto lo alteraba un poco, si nunca se había sentido deprimido, menos había sentido miedo en su vida y eso era al parecer lo que experimentaba cada vez que trataba de mirar esa escalera.

Esa escalera que había construido con sus propias manos, ahora era un lugar que tenia que evitar con la mirada cada vez que entraba o salía a su pieza, ya que la entrada coincidía con los primeros escalones.

Para los niños no era mayor problema, aunque solían transitar en silencio por el lugar, más por no alterar el carácter del padre, que por el luto reciente, subían bajaban por el sitio sin mayores problemas. Para Elba, la esposa de Ramón, tampoco había motivos por el cual estar más sensible en particular, su suegra era una mujer mayor, seguramente descansaba junto a Dios en este momento.

Ramón se dio cuenta que era el único en sentir hielo frío cada vez que miraba en la escalera, el día en que Luis (el mayor de sus hijos hombres), tropezó en el segundo piso y se golpeó fuertemente en la rodilla, todos escucharon el grito de dolor, pero solo Ramón no subió a ver lo que pasaba. Después de gritar para asegurarse que no era más que un golpe, volvió a la mesa a tomar su café, se sentó en la mesa y esperó en la soledad a que su familia volviera.

Sólo Elba intuía lo que pasaba, pero como esposa fiel, jamás comentaría algo que pudiera provocar cuestionamientos a su marido, y sin que éste se diera cuenta lo observaba, con precaución cada vez que él estaba en la casa.

Un viernes, seguramente de invierno, Ramón cortaba leña en el patio interior, mientras Elba calentaba sopa y café para servir a los hijos que volverían de la escuela, era uno de esos rarísimos momentos en que no había nadie más en la casa. Cuando Ramón levantaba el hacha y concentraba la vista en donde asestaría el golpe, no pensaba en nada más que en el fuego que ese trozo de lecha daría a la estufa, por lo que sus oídos solían estar inconscientemente atentos a cualquier boche que saliera de lo común.

Un suspiro tocó su cuello cuando bajó el hacha.

El golpe se torció y golpeó el piso pedregoso, haciendo que se doblara la mano, Ramón se incorporó para voltearse y reprender a Elba, que al parecer se había acercado a hablarle algo. Pero estaba solo en el patio, sus atentos oídos le dijeron que Elba aún estaba preparando las cosas para cuando llegaran los hijos, ni si quiera había salido a comprar.

"Entonces, ¿qué fue eso?", Pensó Ramón, aún mirando al rededor, fijó sus ojos en la dirección por donde le llegó el suspiro, y sintió el hielo frió nuevamente, estaba mirando a una puerta abierta, que daba a la entrada de la escalera.

Esperó unos segundos, con la mirada firme y ceñuda, soltó el hacha y caminó hacia la entrada, al llegar al lugar, sin dejar de sentir el hielo en su espalda, Ramón juntó sus fuerzas y levanto la vista, para mirar el final superior de la escalera. Luego sus ojos se dilataron, trató de gritar, pero no le salió la voz.

Elba preparaba las cosas, alinear 10 tasas en una mesa para sus hijos, su esposo y ella, era toda una hazaña (no tenía idea que en el futuro tendría que colocar 14 con la llegada de los últimos retoños, y luego más con la llegada de los yernos, nueras y nietos). Entre teteras y ollas, observaba a Ramón cortando leña, cuando tenia que poner los ojos en otra parte, también sus oídos le informaban que todo estaba bien, pero ese último golpe nunca lo sintió, había visto a su esposo levantando el hacha y tuvo que ver una olla que hervía y que necesitaba revolver. "Seguro que golpeo el suelo en vez de la madera" pensó, entonces se asustó, su esposo jamás fallaba un golpe cortando leña. Se detuvo a observarlo desde la ventana, y lo vio detenido mirando la puerta abierta que da al segundo piso. "¿Qué es lo que vio?", Pensó sin moverse, cuando Ramón caminó hacia la puerta, instintivamente ella empezó a avanzar por la cocina con la intención de preguntarle si estaba bien.

Elba llegó al pasillo y luego cruzó una pieza que era como una bodega para cajas y bultos, siempre estaba oscura ya que no le llegaba luz por ningún lado. Al abrir la puerta que daba al pasillo de la escalera, vio su esposo agarrado con sus dos brazos del primer escalón, con el resto de su cuerpo, oculto por una pared, como si estuviera sobre el resto de la escalera hacia arriba. "Subió y se resbaló", alcanzo a pensar Elba, cuando vio que su marido la miraba desesperado.

En realidad parecía como si Ramón estuviera sujetándose para no caer... hacia arriba. Elba corrió hasta él y vio con horror que los pies de su marido flotaban como si un tornado estuviera tratando de succionarlo hacia el segundo piso. Un tornado que ella no sentía, durante un segundo de parálisis se dio cuenta que esta fuerza que se quería llevar a su esposo, no la afectaba, ni siquiera sus amplias faldas parecían moverse ante lo que a su vista era un viento colosal.

¡Elba!, grito Ramón, sacándola de su reflexión. Ella, con todas sus fuerzas, lo tomó por los hombros y trató de jalarlo en dirección contraria, deseando que ese viento no se ensañara con ella también.

Fue cuando la sombra apareció, era como un circulo, un embudo negro que tomó forma sobre el último peldaño de la escalera, Elba pudo ver que estaba delante de la pared del pasillo que llevaba al dormitorio de los hombres, y siempre la recordará como lo más oscuro y siniestro que vio en su vida.

"Dios, sálvanos, que no nos lleve, que no se lleve a Ramón", pensó Elba con fuerza. Sin embargo sintió que la sombra succionaba con mayor energía a su esposo.
Ramón no hablaba, tenia los ojos abiertos y sentía que mientras aguantara y no mirara la sombra de la escalera, en algún momento esta se iría.

Entonces empezó a llorar, las lágrimas salían de sus ojos y saltaban, cayendo dentro de la sombra. Ramón no recordaba cuando había sido la última vez que había llorado, ni siquiera para el entierro de su mamá. Elba que estaba concentrada en no perderlo, no se fijó, pero si lo hubiera visto habría sido la primera vez desde que lo conocía.
Ramón sentía que le fallaban las fuerzas, que Elba no podría resistir mucho más, entonces, cuando ya perdía la esperanza y mientras su última lágrima viajaba hacia la sombra, de su boca salió una palabra.

Elba escuchó algo parecido a "..erdón", y sintió que la sombra desaparecía, tanto ella como su esposo, salieron disparados al patio, ya que la fuerza con la que jalaba tuvo efecto por fin.

Se quedaron un rato tirados en el patio, recuperando la respiración, y solo reaccionaron cuando algunos de sus hijos llegaron de la escuela. Estos al verlos se extrañaron pero no se atrevieron ha hacer preguntas, sus padres nunca les dijeron muchas cosas, con los años, lograron construir lo que pasó en base a la unión de los pedazos de la historia.

Elba nunca preguntó a Ramón que es lo que dijo para que la sombra se fuera, Ramón nunca mencionó, agradeció o comentó el asunto, pero siempre sintió un escalofrío cada vez que tenia que pasar por ese lugar.

Por supuesto, nunca más subió por esa escalera.

1 comentario:

  1. primoooo estan buenos los cuentos
    trata de seguir escribiendo pos ... para seguir visitando el blog !!! besitos adios

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